Reencuentros {Ft. Michael}

¿Y qué si Wendy lo había dejado de nuevo? Él mismo lo había hecho en ocasiones anteriores, no tenía porque ser distinto ahora. Se suponía tenían una relación más estable, habían pasado infinidad de cosas y por supuesto las superaron. ¿Qué era distinto ahora? Sería idiota de su parte culpar a la edad. Las horas eran eternas; cuando la manecilla del reloj se movía lo hacía en silencio, y cuando miraba no habían pasado más de dos minutos.

La música le acompañaba a ratos, a veces era demasiado y tenía que detenerse. Las letras le recordaban lo solo que llegaba a sentirse cuando no se encontraba rodeado de su extraño grupo de amigos. Sonrió para sus adentros recordando las cosas que habían vivido durante todo su crecimiento físico, porque mental…eso podría ponerse en duda. Se preguntó en qué momento habrían cambiado tanto. Obviamente las cosas jamás volverían a ser como eran antes, debían mejorar…y, lo que era peor, solamente empeoraban con el pasar de los días.

Caminó por los pasillos durante el descanso, dejó que los pasos le guiaran hasta un lugar que jamás creyó volver a pisar. Aquella vez había caído muy bajo, se había dejado llevar por el dolor y ahora estaba hundiéndose lentamente en las arenas movedizas que lo guiaban de vuelta a ese pasado.

¡Vaya mierda!

Miró en donde alguna vez se sentó con los góticos, compartió café y algunas líneas a las que tuvo el descaro de llamar poemas.

— ¿En qué rayos estaría pensando? —  Expresó en voz un poco alta, aprovechando el lugar solitario.

Lo que era raro, ni un chico estaba en ese lugar. Suspiró pesado y se dejó caer en una esquina. Sacó un pedazo de papel y comenzó a escribir palabras al azar sobre como estaba sintiéndose luego de la ruptura. Por primera vez se sentía mejor al exponer todo lo que dentro se estaba cociendo.

Una canción rompió sus pensamientos. Tenía algo de verdad aquella letra, ¿por qué no le había prestado atención antes? Hizo una mueca y continuó escribiendo, tratando de ignorar esa canción que ponía en palabras la situación que tenía con Wendy, su novia de toda la vida.

Dejó de escribir cuando la melodía terminó. Dobló las rodillas hasta pegarlas a su pecho. Gracias al cielo nadie podía ver lo patético que estaba, lo idiota que estaba comportándose. No lloraría, no volvería a derramar una lágrima por más doloroso que fuera.

Uno siempre volvía a donde un inicio comenzó todo, Michael lleva demasiado tiempo fuera de esa escuela, pero aquella mañana los recuerdos habían roto su sueño y le hicieron despertar abruptamente. Recordó los viejos días donde la mañana se pasaba entre cigarro y cigarro prohibido tras la escuela.
Si bien en sus planes no estaba escrito el pasar por allí, sus propias piernas le condujeron hasta la entrada trasera del edificio, ¿A quién esperaba ver allí? Ellos nunca volvieron a pisar ese lugar una vez que el mayor de todos salió del instituto, pero sorprendentemente alguien se había ocupado de mantener el sitio caliente, o al menos aquella mañana.

No tardó apenas unos segundos en reconocer de quien se trataba, Stanley Marsh no es que fuese un muchacho realmente anónimo, ni él, ni sus tres singulares amigos, que sin duda no tenían nada que envidiar a la extravagancia de vida que llevaban los góticos.
¿Y qué se supone que estaba haciendo allí? No es que ese tipo fuese la clase de chico que va a fumar tras la escuela, demasiado conformista incluso para pensarlo, pero a medida que se acercaba al susodicho pudo entrever cual era la razón por la que estaba allí.

Dio gracias a su buena memoria y al entrever el rostro del más joven pudo recordar ver esa misma expresión en los ojos del chico años atrás.
Los amores conformistas siempre jugaban de la misma forma.

-¿Nos guardas el sitio ahora?- cuestionó una vez estuvo frente al muchacho, quien no parecía realmente consciente de que ahora ya no estaba solo en aquel lugar.
Tampoco pasó desapercibido para el gótico más alto el hecho de que Stan andaba garabateando, ¿O podría decirse que estaba escribiendo? No lo sabía a ciencia cierta, lo único que llegaba a vislumbrar eran un par de garabatos sin forma aparente.