Pepper Steak {Priv. Firkle}

Desde hacía rato una canción resonaba en su cabeza, realmente no estaba llegando a sus oídos, era un mero recuerdo, tan lucido que rozaba casi la alucinación. Posiblemente debido al aderezo ilegal que llevaba el último cigarrillo que fumo pocos minutos atrás. El ambiente dentro de la salita de estar aun era pesado, a pesar de que estaba solo podía entrever una nube de humo grisáceo pasearse por el techo de la sala, como si de terribles nubes de tormentas se tratasen.

¿Eran quizás una ironía del destino? No creía en el destino así que simplemente debía de ser una mera coincidencia, los conformistas tenían todo inventado, todo clasificado y a pesar de que no siguiese sus pautas las conocía perfectamente. Su filosofía de vida era conocer lo que se odiaba, odiar lo desconocido era demasiado conformista, corriente, demostraría simplemente de ese modo ser un total inepto. Como solía decirse, ‘’Ten cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos’’
Sus divagaciones vagas le provocaron un estado de ensoñación que provocaba aun más alucinaciones, y de nuevo esa música. Estaba totalmente seguro que la conocía, pero si alguien le pedía que la tararease sabía que sería incapaz.

¿Podría ser quizás la diosa inspiración que tocó a ese pobre diablo? ‘’Vete tú a saber’’ pensó tras preguntarse lo mismo de forma mental, negando suavemente con la cabeza, dejando oculto sus ojos bajo la pesada mata de pelo que tenía sobre la cabeza.
El tiempo pasaba tortuosamente lento y esa tortura acabaría matándolo si continuaba de ese modo.

Sin mirar, pues conocía todo a su alrededor como la palma de su mano, tanteó en la mesilla la cajetilla de cigarrillos, una vez en su poder la alzó, percatándose de la horrible sensación de vacío que proporcionaba el poco peso de esta. ¿Ya se había fumado todos? Sí, ya se había fumado todos. Maldita su mala suerte, mísera vida que solo le traía pequeños disgustos, uno tras otro.
La idea de una cajetilla sin fondo era tan tentadora como un café bien negro y cargado, pero, como siempre, una idea demasiado conformista y genérica. Por supuesto que todo el mundo deseaba tener sus vicios más aferrados de forma infinita hasta que estos acabasen con su vida.

Con fastidio se incorporó del sofá donde hasta el momento estuvo tumbado y revolviéndose el pelo tomó la iniciativa de que debía de salir, muy a su pesar, en busca de provisiones. Justo cuando la acción de levantarse se llevó a cabo el trillado timbre de la puerta sonó, provocándole un sobresalto que bien le valió un paro cardiaco. Miró desconfiado a la par que enfadado a la puerta, no esperaba visitas, pero la verdad era que nunca esperaba visitas pero sus viejos amigos, si es que ellos podían ser llamado amigos, aparecían siempre cuando menos lo esperaba.

No se dio demasiada prisa en abrir, pero cuando lo hizo se encontró con el menudo cuerpo de Firkle, quien parecía dispuesto a entrar le gustase el dueño del departamento o no. Tampoco iba a dejarle en la calle, simplemente le dejó pasar sin decir nada, cerrando la puerta tras él.

Los ojos del menor de los góticos no se separaba de aquél libro que lo acompañaba desde que pudo adquirirlo, de eso habían pasado aproximadamente tres meses. Leía y releía aquél pasaje sin dejar de maravillarse por las palabras que utilizaba Lovecraft. ¿Cómo podía existir alguien que podía poner en palabras su sentir por la sociedad en sí? Sus dedos habían apretado con toda la fuerza, demostrando así lo excitado que se sentía.

Su cuerpo se mantuvo completamente estático, salvo por su pecho que se inflaba cada vez que llenaba sus pulmones con un poco de oxígeno. Nadie existía en el aula, Firkle estaba completamente hundido en sus pensamientos mientras el tiempo continuaba corriendo en el aula de detención. Todos estaban esperando impacientes por salir huyendo de ahí, mientras el de cabello azabache quería quedarse ahí todo el tiempo. Podría ocupar la tarde en lo que realmente le interesaba, no aquellas clases donde le enseñaban insignificancias.

Bajó en completa serenidad el libro, lo cerró no sin antes colocar un indicador pequeño para recordarse donde se había quedado. Sonó la campana y el consejero avisó que podían retirarse. Firkle simplemente le enfrentó con la mirada a lo que el “adulto” respondió subiendo los hombros. Estaba quitándose el peso de tener que esperar hasta que el gótico quisiera irse de ahí.

— Vendré de nuevo, lo sabe — Amenazó antes de irse.

Con el libro en mano echó a andar sin rumbo fijo, en su mente no tenía un lugar al que volver. No quería regresar a su casa, donde seguro se encontraría a su madre dispuesta a bombardearlo con preguntas sobre su comportamiento escolar. Porque seguro su estancia en detención no pasaría inadvertida. Sentía pesadas las piernas, arrastraba los pies con tal pereza que podía dejarse caer en cualquier sitio. Donde fuera sería excelente.

Se detuvo pasados unos minutos.

Alzó la mirada y se dio cuenta que estaba frente al edificio del departamento de Michael. Sin siquiera pensarlo entró y se dirigió ex profeso al número donde el otro vivía. Su mano se movió hasta el timbre el cual pulsó con fuerza, dejó el dedo unos segundos y luego se alejó. Michael ni siquiera preguntó quien era, típico. Cuando le dio paso libre Firkle entró directo a la sala, donde dejó su mochila con un único cuaderno multimaterias, pero su libro lo depositó justo en su regazo.

— Quiero que me expliques algo — Sentenció mientras abría el libro en la página que se había quedado. Señaló con su dedo delgado el párrafo siguiente: