Firkle, The Gothic Kid {Post Prueba}

Hace tiempo que estaba mirando techo de su habitación, parpadeaba pausadamente, sus brazos estaban completamente quietas a sus costados. ¿Y la cama? La cama estaba en perfecto estado, tan impecable que podrían decir que nadie había pasado la noche ahí. Sin embargo el menor de los góticos había pasado las últimas doce horas recostado, dormitando a ratos. Últimamente no podía conciliar el sueño, aunque no era algo que le preocupara. Sus ojeras cada vez estaban más remarcadas y no podía importarle menos; seguramente sus padres estarían curiosos por saber que era lo que lo estaba manteniendo en vela pero ni él mismo tendría una respuesta. Simplemente dormir le era imposible.

Ni un rayo de luz se colaba por la habitación tan sombría del chico, todo estaba perfectamente cubierto con tonos oscuros. Y por alguna razón, Firkle siempre sabía que hora era. No con exactitud pero no fallaba jamás. Terminó levantándose y posando la mirada cansada en el libro que había dejado en el buró a su derecha. Acarició la portada. Era un libro espléndido, pasta dura con un forro de terciopelo rojo, lo único que se leía en letras doradas era 'Lovecraft'. Fascinante.

En modo zombie arrastró los pies por el pasillo de su casa hasta llegar al baño, donde se miró en el espejo y simplemente se lavó la cara y los dientes. Volvió de la misma manera, desganado, hasta su habitación, donde tomó un morral negro previamente preparado para pasar más de seis horas en aquél lugar lleno de conformistas. De sólo pensarlo se asqueaba.

Bajó a la cocina, donde ya estaban desayunando sus padres. ¡Qué novedad! Ni siquiera les miró cuando entró a buscar cualquier cosa para echarse en el estómago. Encontró un pan recién tostado.

— Me voy — Avisó y sin decir más se fue.

Hace tiempo que sus padres habían dejado de insistirle en dejar de lado ese carácter suyo. Todos los días habían comenzado a tornarse tan monótonos, aburridos. Nada estaba haciendo el efecto deseado, ni siquiera la nicotina que diariamente consumía le hacía sentir diferente de un oficinista común y corriente. ¡Vaya mierda!

Se fue caminando a la escuela, a paso lento. A su lado pasó el bus escolar a toda velocidad y cuando el gótico elevó la mirada sólo se encontró con los críos con los que tenía que convivir todos los días. ¿Cómo podían sonreír así todos los días? ¿Qué sentido tenía ser como ellos? ¿Qué de bueno era ser un consumista más? Sacó un cigarrillo para llevarlo a sus labios, lo prendió a pesar de estar a una cuadra de la escuela, se detuvo y lo fumó en tranquilidad. Fuera de la vista de todos, fuera de las miradas inquisidoras de sus compañeros y del idiota del consejero escolar.

Apagó el cigarrillo justo a la mitad, justo diez minutos después que sonara el timbre que indicaba el inicio de clases. Un completo fastidio. En cuanto cruzó el portón el consejero comenzó a reprenderle, decía cosas que él simplemente ignoraba, todo estaba en segundo plano. Todos sus pensamientos se centraron en el tiempo que aún le quedaba y en que el único lugar disponible en el aula seguramente sería su favorito: al final y lejos de la ventana.

— Tengo una clase a la que asistir. Seguiremos esto después. — Sentenció con aire superior. Comenzó a alejarse y luego se giró para rematar: — En detención a la misma hora, ¿cierto? — Preguntó irónico y echó a andar a lo que para él ya era su castigo.