{Post Prueba} Hippie Boy | Stanley Marsh

Se removió bajo las cobijas en cuanto el despertador del celular indicó la hora en la que debía levantarse, arreglarse e ir a la escuela. No podía despegarse de la cama, no cuando estaba soñando algo tan placentero. Hace días que había terminado con Wendy, por quinta vez en lo que iba del año, así que su estabilidad llegaba a variar dependiendo si la veía o no. Evitaba encontrarla por los pasillos, lo peor venía cuando tenían clases juntos, Marsh calmaba sus nervios mordiéndose las uñas y cuando no había nada más que morder comenzaba por los pedacitos de piel. A veces era detestable la manera en la que le hacía sentir Testaburger, sobre todo cuando a ella parecía no interesarle demasiado. Después de todo volverían al poco tiempo.  

La alarma volvió a sonar. Alargó la mano y, bajo las cobijas, la apagó. Tardó aún unos cinco minutos más antes de salir de la calefacción que le obsequiaba su edredón. Estiró sus brazos a los costados y luego se levantó echando el cuerpo hacia delante. Debía hacer sus ejercicios para despertar los músculos, el entrenador les había dado la rutina diaria y Stan trataba de seguirla al pie de la letra. A veces, como ese día, se despertaba desganado por lo que iba con nudos en los músculos. En ese momento poco le importaba ser reprendido, de cualquier modo no era aún un jugador regular y podía faltar al entrenamiento matutino. Tomó su móvil y envió un mensaje a Kyle.

[Text] Te veo en la parada en 15 minutos. XOXO

¡Oh! Mierda.

Al apretar el ‘enviar’ se dio cuenta que se le había pegado la manía de una chica que andaba tras él hace algún tiempo, poner simbolismos de adolescentes. Encima lo había enviado al pelirrojo, se llevó dos dedos al puente de su nariz y presionó con fuerza, una vieja manía con la que tendría que vivir hasta su último día. Si alguien veía aquél mensaje pensarían otra cosa que no era, algo que ya había llegado a sus oídos y había tomado como lo que era, un chisme de esos que les gustaba esparcir por los pasillos del instituto. ¿Y si a Wendy habían llegado esos rumores? No, no. A la mierda con todo. Debía dejar de sentir compasión por sí mismo. Quitó unas legañas que se habían formado en sus lagrimales y salió de la habitación. De pura suerte el zapato, ¿o qué rayos era?, rozó su oreja. Aquello sólo le obligó a despertarse por completo.

Al alzar la mirada descubrió a su hermana adolescente mirándole furibunda, con el pecho agitado y una cara de pocos amigos. Sí, peor de la que normalmente traía.

Tal vez…

— …She… — trató de llamarla cuando ésta dio vuelta y se encerró en el baño.

…estaba en esos días del mes.

Stan había sido descuidado, normalmente siempre estaba preparado para escapar de su hermana aquellos días pero había bajado la guardia. ¡Rayos! Se reprendió al darse cuenta que ahora la castaña tardaría horas en salir. Y todavía debía lavarse la cara, por lo menos. Bajó a la cocina arrastrando los pies, ignorando los saludos de su madre de momento; abrió el grifo y echó agua en sus ojos, frotó por todo el rostro y buscó una toalla de esas de papel para secarse.

— Buenos días — Contestó luego de desperezarse y sentir que volvía a la vida. Recibió un beso en la mejilla por parte de su madre y un bufido de Randy que leía ávidamente el periódico, probablemente indicaban algún suceso extraordinario que sólo se podía ver en South Park. — Tomaré un poco de jugo y las tostadas las llevaré para el camino — Indicó a su madre, no quería que preguntaran por las prácticas, ahora que planeaba saltárselas y pasar tiempo de calidad con su BFF. — Me voy ahora — Había bebido el zumo de un trago y salió disparado a su habitación, cuidándose de su hermana, ¡faltaba más!

Cogió su mochila sin ver la hora. ¿Habrían pasado ya quince minutos? Se le había hecho una eternidad. Por lo menos sabía que luego de desahogarse con Kyle el día sería más ameno, claro que seguro primero debía escuchar algunas quejas por parte del judío. Sí, por lo menos esperaba que ese día comenzara con el pie derecho y pudiese olvidar la razón de su desasosiego. ¡Por favor, Jesús! Que ese día no fuera tan mierdero.