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A mitad del otoño empiezan las primeras nieves. Como siempre South Park se viste de blanco y los habitantes sacan abrigos, gorros y guantes, pero sobre todo las palas para despejar sus entradas. Pero la gente de este pequeño pueblo de montaña está demasiado acostumbrada al frío y nadie les impide seguir con sus vida cotidiana.
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Rebecca Costwolds: Post de prueba.
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Rebecca Costwolds: Post de prueba.
La aguda alarma del despertador, un pitido que golpeaba mis tímpanos tres veces seguidas, haciéndome notar que era la hora de despertarse y comenzar un nuevo día, dando una leve pausa y comenzando nuevamente la marcha. Abrí los ojos, algo pesadamente. Lo normal tras una larga noche de sueño. No había ganas de levantarse de aquella cómoda, blanda, de tan buen agradable olor y, por supuesto, cálida cama en la que me envolvía cual gusano entre las sábanas para tener que aguantar el frío del exterior y aguantar un nuevo largo día de estudios. Pero de nada me serviría quedarme en la cama, y tarde o temprano habría que levantarse. Además, aquél molesto pitido del reloj empezaba a sonar cada vez más y más fuerte.
Frotándome los ojos, como acostumbrándome a la débil luz matutina que se colaba traviesa a través de la ventana, sin importar que la cortina estuviese echada, presioné el botón sobre el despertador para que detuviese su llamado. Ya estaba despierta. Hoy, era un nuevo día que comenzaba tan pronto abrí los ojos.
Inflando mi pecho, consumiendo oxígeno como todo ser de este planeta, me levanté. ¿Y ahora qué? ¡Uf! Tenía que espabilarme, sólo porque hiciese algo de frío no era excusa para estar tan perezosa. Como todas las mañanas, me acerqué al armario, lo observé y saqué la ropa. Una ropa lo suficientemente gruesa como para protegerme del frío de esos días... ¡Y qué frío! Pero ya estaba acostumbrada, si me detenía a pensarlo. No era nada extraño.
Una vez hube preparado mi ropa y hecho debidamente mi cama, corrí las cortinas de la ventana de mi habitación para que entrase la luz y me dirigí al cuarto de baño. En el pasillo, me llegó el aroma del chocolate caliente... Qué agradable. Esa era una espléndida manera de empezar el día, sin duda. Yo también quería chocolate, y mi estómago no se contuvo en hacer notar sus planes con un gruñido.
Suspiré, entrando en el lavabo para asearme, lavarme la cara y despejarme un poco. ¡Bien, otro día!... ¿Qué día era hoy? Miércoles, creo. Una nueva semana comenzaba también. ¿Qué hora? Como siempre, el despertador estaba programado para despertarme a las siete en punto, ni un segundo más, ni un minuto menos...Aunque solamente entre semana.
Bajé las escaleras algo apresurada, ¿por qué por las mañanas frías, el olor a chocolate hace que sientas como si llevases una semana sin probar bocado? ¿O tal vez ésto sólo me pasase a mí? Quizás debería hablarlo con alguien... No, mejor no. Si lo pienso bien, ¿no suena un poco raro como tema?
Me dirigí a la cocina. Allí ya estaban desayunando mi hermano y mi familia. Sonreí y les di los buenos días, acercándome a curiosear el desayuno. ¡Chocolate caliente y tostadas! Mi estómago no tuvo que esperar mucho más. Tan pronto me hube hecho con una taza rebosante de chocolate y dos tostadas, tomé asiento al lado de mi hermano alrededor de la mesa. Iba a sacar el tema de conversación sobre mi experiencia matutina, pero sería mejor no hacerlo. Tal vez era mejor que incluso mi hermano no supiese sobre aquél tonto pensamiento...¿Cierto? Después de todo, creo que al final es algo habitual que alguien sienta hambre al despertarse. El chocolate sólo suma puntos a la situación, ¡sí! ¡Justo como eso!
Estuve charlando un poco con mis padres y mi hermano durante el desayuno. Siempre era agradable hablar con ellos. A decir verdad, nunca me fue muy fácil relacionarme con los demás...creo que me pongo un poco... nerviosa. P-¡Pero no es mi culpa! No es como si... Oh, bueno, ¡da igual!
Continuando con el día... Después de desayunar, poco después de mi hermano, fuimos a lavarnos los dientes, y tras eso, cada uno se fue a su habitación. Creo que le molesté un poco con una broma de la cara que ponía cuando se cepillaba los dientes...Aunque no lo tengo muy seguro. Después me disculparía apropiadamente, ¡realmente eso empezó a distraerme un poco!
Dado que ya me había preparado la ropa esa mañana justo después de despertarme, me vestí y peiné, preparé la mochila y la cargué a mi hombro derecho.
Volví a bajar. Mamá me regañó por morderme el labio inferior con tanta fuerza... ¡No me había dado cuenta!
Tan pronto vi bajar a mi hermano, corrí a disculparme con él. A veces me daba la impresión de que hacía cosas innecesarias, como si fuese una chica de un libro fantástico en un mundo genial, pero no me gustaría que él estuviese enfadado conmigo. Ni siquiera por una broma como esa.
Y así, salimos de casa para dirigirnos al instituto, no sin antes darle un beso a mis padres y tomar un grueso abrigo y guantes. Al salir, la gélida brisa pareció levantarse específicamente para tentarnos a dar media vuelta y regresar al interior de nuestro cálido hogar... Pero era de día. Era por la mañana. Y era hora de ir al instituto, no de acomodarse en el sofá enrollado por una fortaleza inquebrantable de mantas cálidas, suaves...
No, no pensemos en eso. En el camino, estuve hablándole a mi hermano sobre una historia de libro que estaba leyendo desde hacía un par de semanas. Trataba sobre un muchacho que descubría una puerta a otro mundo de donde provenían las ideas. Era realmente divertido hablar con mi hermano en el camino al instituto. No dejaba de, algo nerviosa, dar pausas y bajar la mirada al suelo o alzarla para observar el nublado cielo gris, donde el sol se acurrucaba bajo un manto de esponjosas nubes, mientras jugaba con mis dedos y reía un poco a lo bajo.
Y finalmente, llegamos al instituto. Ni muy temprano ni muy tarde. Justamente cuando las puertas ya estaban abiertas, se veían alumnos entrar, algunos acompañados y otros no, preparados para un día de estudio. Estupendo. Me mordí el labio inferior con fuerza, algo nerviosa me acerqué a mi hermano, jugando con los dedos algo nerviosa mientras me aseguraba de que mi mochila estaba colgando de mi hombro y no estaba abierta. No me gustaba ir al instituto...
Frotándome los ojos, como acostumbrándome a la débil luz matutina que se colaba traviesa a través de la ventana, sin importar que la cortina estuviese echada, presioné el botón sobre el despertador para que detuviese su llamado. Ya estaba despierta. Hoy, era un nuevo día que comenzaba tan pronto abrí los ojos.
Inflando mi pecho, consumiendo oxígeno como todo ser de este planeta, me levanté. ¿Y ahora qué? ¡Uf! Tenía que espabilarme, sólo porque hiciese algo de frío no era excusa para estar tan perezosa. Como todas las mañanas, me acerqué al armario, lo observé y saqué la ropa. Una ropa lo suficientemente gruesa como para protegerme del frío de esos días... ¡Y qué frío! Pero ya estaba acostumbrada, si me detenía a pensarlo. No era nada extraño.
Una vez hube preparado mi ropa y hecho debidamente mi cama, corrí las cortinas de la ventana de mi habitación para que entrase la luz y me dirigí al cuarto de baño. En el pasillo, me llegó el aroma del chocolate caliente... Qué agradable. Esa era una espléndida manera de empezar el día, sin duda. Yo también quería chocolate, y mi estómago no se contuvo en hacer notar sus planes con un gruñido.
Suspiré, entrando en el lavabo para asearme, lavarme la cara y despejarme un poco. ¡Bien, otro día!... ¿Qué día era hoy? Miércoles, creo. Una nueva semana comenzaba también. ¿Qué hora? Como siempre, el despertador estaba programado para despertarme a las siete en punto, ni un segundo más, ni un minuto menos...Aunque solamente entre semana.
Bajé las escaleras algo apresurada, ¿por qué por las mañanas frías, el olor a chocolate hace que sientas como si llevases una semana sin probar bocado? ¿O tal vez ésto sólo me pasase a mí? Quizás debería hablarlo con alguien... No, mejor no. Si lo pienso bien, ¿no suena un poco raro como tema?
Me dirigí a la cocina. Allí ya estaban desayunando mi hermano y mi familia. Sonreí y les di los buenos días, acercándome a curiosear el desayuno. ¡Chocolate caliente y tostadas! Mi estómago no tuvo que esperar mucho más. Tan pronto me hube hecho con una taza rebosante de chocolate y dos tostadas, tomé asiento al lado de mi hermano alrededor de la mesa. Iba a sacar el tema de conversación sobre mi experiencia matutina, pero sería mejor no hacerlo. Tal vez era mejor que incluso mi hermano no supiese sobre aquél tonto pensamiento...¿Cierto? Después de todo, creo que al final es algo habitual que alguien sienta hambre al despertarse. El chocolate sólo suma puntos a la situación, ¡sí! ¡Justo como eso!
Estuve charlando un poco con mis padres y mi hermano durante el desayuno. Siempre era agradable hablar con ellos. A decir verdad, nunca me fue muy fácil relacionarme con los demás...creo que me pongo un poco... nerviosa. P-¡Pero no es mi culpa! No es como si... Oh, bueno, ¡da igual!
Continuando con el día... Después de desayunar, poco después de mi hermano, fuimos a lavarnos los dientes, y tras eso, cada uno se fue a su habitación. Creo que le molesté un poco con una broma de la cara que ponía cuando se cepillaba los dientes...Aunque no lo tengo muy seguro. Después me disculparía apropiadamente, ¡realmente eso empezó a distraerme un poco!
Dado que ya me había preparado la ropa esa mañana justo después de despertarme, me vestí y peiné, preparé la mochila y la cargué a mi hombro derecho.
Volví a bajar. Mamá me regañó por morderme el labio inferior con tanta fuerza... ¡No me había dado cuenta!
Tan pronto vi bajar a mi hermano, corrí a disculparme con él. A veces me daba la impresión de que hacía cosas innecesarias, como si fuese una chica de un libro fantástico en un mundo genial, pero no me gustaría que él estuviese enfadado conmigo. Ni siquiera por una broma como esa.
Y así, salimos de casa para dirigirnos al instituto, no sin antes darle un beso a mis padres y tomar un grueso abrigo y guantes. Al salir, la gélida brisa pareció levantarse específicamente para tentarnos a dar media vuelta y regresar al interior de nuestro cálido hogar... Pero era de día. Era por la mañana. Y era hora de ir al instituto, no de acomodarse en el sofá enrollado por una fortaleza inquebrantable de mantas cálidas, suaves...
No, no pensemos en eso. En el camino, estuve hablándole a mi hermano sobre una historia de libro que estaba leyendo desde hacía un par de semanas. Trataba sobre un muchacho que descubría una puerta a otro mundo de donde provenían las ideas. Era realmente divertido hablar con mi hermano en el camino al instituto. No dejaba de, algo nerviosa, dar pausas y bajar la mirada al suelo o alzarla para observar el nublado cielo gris, donde el sol se acurrucaba bajo un manto de esponjosas nubes, mientras jugaba con mis dedos y reía un poco a lo bajo.
Y finalmente, llegamos al instituto. Ni muy temprano ni muy tarde. Justamente cuando las puertas ya estaban abiertas, se veían alumnos entrar, algunos acompañados y otros no, preparados para un día de estudio. Estupendo. Me mordí el labio inferior con fuerza, algo nerviosa me acerqué a mi hermano, jugando con los dedos algo nerviosa mientras me aseguraba de que mi mochila estaba colgando de mi hombro y no estaba abierta. No me gustaba ir al instituto...
Invitado- Invitado
Craig Tucker- Admin
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Fecha de inscripción : 08/07/2014
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